Acababa el partido, el segundero apuntaba al cero y Ricky Rubio abrazaba el balón como si fuera suyo. Dueño y señor de lo que pasó en el último cuarto, cuando se libró la suerte del partido, el base catalán lanzó la bola al aire para celebrar el triunfo y, de paso, su mejor partido en la NBA. El Target Center, eufórico, terminó en éxtasis después del partido más completo del internacional español: 18 puntos, nueve de ellos en los últimos 12 minutos, y 10 asistencias en 42 minutos. Más allá de los números, controló el desenlace del encuentro a su antojo, con la naturalidad de los elegidos.
Los Wolves sumaron su novena victoria de la temporada y comienzan a plantearse la posibilidad de jugar los playoffs, algo impensable para el equipo que sólo ha ganado 32 partidos en las dos últimas temporadas. Por segunda vez consecutiva, los Spurs cayeron (97-89) en Minneapolis. Antes de la llegada de Ricky habían sumado 16 victorias seguidas ante los Wolves.
En otro tiempo no se hubiera atrevido, pero ahora, después de haber fallado 45 tiros en los últimos seis partidos, Ricky no se agurra ni se encoge. Su confianza es formidable. Tira y tira sin miedo a fallar. "Mis compañeros y el staff técnico me están ayudando mucho", dice. Su acierto ganó el partido. También su conexión con Love, que sumó otro doble-doble (18+16), el decimoctavo de la temporada, y su defensa sobre Parker (9 de 19 en tiros de campo). Escuchó otra vez eso de "Rubio, Rubio" en un partido que confirmó la decadencia de los Spurs, personalizada en Duncan, y la saludable aparición de Pekovic, titular con los Wolves: 14+10.
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