"Estoy viendo mucho fútbol. Soy del Barça en 'La Liga' y luego un poco del Manchester". Lo diceHarrison Barnes en GQ. El 'Halcón Negro' de los Warriors se ha convertido en una de las grandes revelaciones de la NBA. Su historia es sensacional. Como sus espectaculares mates.
Hambriento y humilde. Dos palabras grabadas a fuego bajo la piel de Harrison Barnes. Dos términos que acompañan al alero desde su más tierna infancia, desde que un día los escribiera con un lápiz en un trozo de papel que todavía lleva a diario en sus bolsillos. Dos calificativos que le han servido para llegar a ser uno de los proyectos de futuro más interesantes del baloncesto estadounidense.
Barnes creció en la pequeña localidad de Ames, en el estado de Iowa. Bajo la estricta mirada de su madre, Shirley, y como espejo de su hermana pequeña, Harrison comenzó a botar un balón con el único afán de divertirse y pasar el rato entre tarea y tarea. Entonces poco podía imaginar que esa esfera de color naranja iba a ser su vida y el pasaporte a un futuro mejor para él y para las dos mujeres de su vida.
El ex jugador de North Carolina pasó su infancia sin mayores preocupaciones más que obedecer y ayudar a una madre para la que el trabajo lo era todo. Shirley, madre soltera, pretendía darles el mejor futuro posible a sus hijos y con su esfuerzo se convirtió en el espejo en el que el joven Harrison se miraba para evolucionar como persona y como jugador.
Barnes siempre lo ha tenido claro. Ni Jordan ni LeBron ni ningún otro jugador de la NBA. Su madre ha sido el mejor ejemplo para él y la que le ha inculcado la cultura del esfuerzo, la ambición y la humildad como piedras angulares de su vida. Valores que reforzó al criarse en una comunidad pequeña como era Ames, a la que siempre ha estado agradecido.
El alero pronto despuntó con el balón entre las manos. Su facilidad para ver el aro desde la larga distancia le valió la fama de gran anotador desde su adolescencia, cuando condujo a su instituto, el Ames High School, a dos temporadas consecutivas sin conocer la derrota en el campeonato estatal de Iowa. Un total de 43 victorias con unas medias de 26 puntos, 10 rebotes, tres asistencias y tres robos por partido que le valieron para ser tachado como uno de los dos mejores jugadores de instituto de todo el país. El esfuerzo empezaba a tener recompensa.
Barnes formaba parte de la élite del baloncesto colegial estadounidense y como tal fue invitado al Jordan Camp Classic en 2010, donde coincidió con el 'rookie del año' Kyrie Irving y con el que compartió MVP, y con su compañero de promoción, Jared Sullinger.
En aquel torneo, Barnes comenzó su leyenda como el 'Halcón Negro'. Un mote que según el propio jugador llegó por un corresponsal de la ESPN que puso apodos a todos los jugadores presentes en el Jordan Camp. "Le dije que quería que fuese un animal. Jordan era el 'Gato Negro, Kobe es la 'Mamba Negra', así que a mí me puso el 'Halcón Negro".
Tras su etapa colegial y con el cartel de estrella bajo el brazo, Barnes comenzó las entrevistas universitarias. Universidades como Duke, Iowa State, Kansas, Oklahoma y UCLA reclamaron sus servicios. Cuando todo apuntaba a que el alero iba a elegir la más cercana a su casa ("Iowa me ha hecho lo que soy", asegura Barnes), apareció North Carolina y mediante una conversación por Skype el entrenador Roy Williams consiguió convencer a su futura estrella.
En los 'Tar Heels' comenzó a despuntar desde su primer partido con 21 puntos en un partido de exhibición en las Bahamas. Sólo fue el principio. Barnes se convirtió en una de las referencias ofensivas del equipo de North Carolina y tras dos años vistiendo la camiseta azul y blanca sus medias demuestran la capacidad ofensiva de este alero, quien ha dado el salto con unas medias de 16,5 puntos y 5,5 rebotes por partido.
Sin embargo, su experiencia universitaria no fue completa al no ganar el ansiado título nacional. "Esto me ha demostrado que tienes que trabajar extremadamente duro para conseguir tu objetivo. Espero que esto me ayude en el futuro para ser un mejor profesional", se autoflagelaba Barnes tras la temporada.
Asimilado el amargo sabor de la derrota, el alero decidió poner punto final a su aventura universitaria el pasado 29 de marzo, cuando anunció su intención de apuntarse al draft junto a sus compañeros Kendall Marshall, Tyller Zeller y John Henson. Había llegado la hora de probar que está hecho para jugar por los mayores.
Para ello cuenta con armas más que de sobra para soñar con una larga carrera de la NBA, empezando por un físico acorde para jugar en la Liga, sobre todo en cuanto a movilidad. Pero su principal baza es su lanzamiento exterior. Los analistas le comparan con un francotirador como Glen Rice y destacan su facilidad para armar el brazo nada más recibir, además de la capacidad de realizar y encestar lanzamientos desde casi cualquier posición. Si a eso le añadimos su buena visión de juego y su inteligencia en pista, tenemos un gran proyecto por delante.
En su contra cuenta con su escasa capacidad para generarse sus propios lanzamientos, además de su poca explosividad en el primer paso, lo que le impide ser una amenaza a la hora de hacer entrar a canasta. Lastre que puede pesar en los ojeadores, que ven en él un jugador un tanto unidimensional, cuya única arma ofensiva es el tiro.
Sin embargo, todos los cazatalentos han apuntado su amplio margen de mejora como inversión de futuro. Sobre todo, por su capacidad de trabajo, su hambre y su humildad. Valores que se antojan necesarios para triunfar y no sólo en la NBA.
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