Hubo un tiempo en el que Kevin Durant, Russell Westbrook y sus respectivos egos convivían a duras penas en el vestuario de los Thunder. Nunca llegaron a explotar, pero el ambiente en Oklahoma no era el mejor debido a la guerra fría entre dos gallos que querían reinar en el mismo corral.
Sin embargo, este clima de tensión es ya cosa del pasado. Ambos jugadores saben que se necesitan mutuamente para alcanzar el verdadero objetivo del equipo de Scott Brooks, que no es otro que el anillo. Westbrook y Durant han limado viejas asperezas y ahora todo es una balsa de aceite entre ambos jugadores, que ya incluso hablan de amistad entre ellos.
La mejor prueba de este nuevo ambiente en el vestuario de los Thunder son las bromas que Durant gasta a Westbrook sobre su famoso estilismo, casi tan famoso como su juego. De hecho, el alero tiene hasta un mote para su compañero por su comportamiento obsesivo fuera de las canchas.
"Es como una diva", afirma Durant sobre la afición compulsiva de Westbrook por la moda. "De hecho, yo le llamo Sasha Fierce --título de un disco de Beyonce--. En la cancha es un competidor feroz, pero fuera de ella no para de mirarse al espejo, al que sólo le importa si tiene bien colocado el balsamo labial".
El estilismo de Westbrook, sus camisas y, sobre todo, sus gafas, son casi tan comentados como sus mates, su velocidad o cualquiera de sus habilidades baloncestísticas. Y en ambos casos, el base nunca deja indiferente a nadie, generando tantas opiniones a favor como en contra. Algo que, según sus propios compañeros, no le importa en absoluto.
"A Russell no le importa lo que la gente diga de él ni por su juego ni por su forma de vestir", asegura Thabo Sefolosha.
Nick Collison va un paso más allá y asegura que esa confianza en sí mismo es la que le ha llevado a ser una gran estrella en la NBA. "Él hace lo que quiere, lo que le gusta", asevera el jugador de los Thunder. "Russell sabe quién es y no le importa lo que otra gente espere de él. Así es como juega y así es como viste".
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