miércoles, 23 de mayo de 2012

Serge Ibaka, la odisea hacia una vida normal


En un primer momento el idioma y la soledad se presentaron como barreras a la hora de cumplir su sueño. Kevin Durant le adoptó como su hermano y su madre le invitaba a cenar todas las noches en su primera temporada. Ha pasado de correr por las montañas del Congo a vivir solo en un piso con todo tipo de comodidades a escasos metros del pabellón.
Serge Ibaka es, a día de hoy, el único jugador español con posibilidades de engarzarse el anillo de campeón de la NBA en sus dedos. Su equipo, los Oklahoma City Thunder, ha eliminado a los Lakersde Pau Gasol y se ha metido, por segunda temporada consecutiva, en las Finales de la Conferencia Oeste. Una misión complicada, como todas las que hasta ahora ha tenido que afrontar Ibaka en su vida. Pero en todas ellas el resultado ha sido el mismo: el triunfo.
El jugador de los Thunder siempre ha logrado sus metas y lo ha hecho con una filosofía de trabajo envidiable que le ha llevado a superar todos los retos presentes en su vida. Desde que se levantaba a las cinco de la mañana en el Congo para subir corriendo una montaña junto a su hermano hasta repetir como máximo taponador de la NBA por segunda temporada consecutiva. Un logro que, sin embargo, no le ha valido para ser designado como el mejor defensor de la Liga, una pequeña frustración para el pívot de la selección española.
Respetado e indiscutible
Esa ética de esfuerzo es la que ha llevado a Ibaka a superarse año tras año. Desde que despuntara en la Copa de África júnior en Durban en 2006 hasta cumplir su tercera temporada en la NBA siendo indiscutible para su entrenador, Ibaka ha demostrado que está hecho para este deporte y para esta Liga. Un campeonato en el que se ha ganado el respeto de rivales y compañeros y el cariño de un público que enloquece cada vez que el español se eleva hasta el cielo para taponar un balón.
El camino no ha sido sencillo. El chico abandonó su casa y a su familia con apenas 16 años para poner rumbo a sus sueños. Tras aquel torneo en Durban, Ibaka dejó a su padre -su madre murió cuando él apenas tenía siete años- y a sus 17 hermanos en Congo para viajar a L'Hospitalet, donde le esperaba la primera oportunidad de su vida. Sin conocer el idioma y sólo con sus sueños y su esfuerzo en la maleta, Serge comenzó a hacerse un nombre en la escena internacional.
Sus aptitudes pronto llamaron la atención de la NBA -fue elegido por los Sonics en el puesto 24 del draft de 2008-, aunque él prefirió quedarse un año más en España, completando su formación tanto como persona como jugador. Sin embargo, un año después no pudo posponer más su desembarco en Oklahoma. La historia se repetía. Ibaka debía comenzar una nueva vida sin más compañía que la de su afán de superación y su deseo de jugar con los mejores.
Con esta hoja de servicios, el jugador se presentaba en Oklahoma. Una ciudad que le recibió con los brazos abiertos y que era el caldo de cultivo perfecto para explotar sus cualidades. Una urbe pequeña, alejada de los focos de otras como Los Ángeles o Nueva York y con la tranquilidad necesaria para un joven que quería trabajar y triunfar. Ibaka y su filosofía del esfuerzo encontraban el lugar adecuado para alcanzar el sueño de convertirse en un jugador importante en la mejor Liga del mundo.
Sólo había dos problemas: el idioma y la nostalgia. El primero se solventó del único modo que Ibaka sabe hacerlo, trabajando y estudiando. El segundo también lo solucionó antes de lo esperado. Y lo hizo dentro del propio vestuario. Ibaka, que había dejado una familia numerosa en el Congo, se encontró con otros 12 hermanos en el vestuario de los Thunder que le acogieron como uno más. Especialmente la estrella del equipo, Kevin Durant, que le tomó de la mano e hizo las veces de hermano, llevándole a su casa y presentándole a su madre, que le veía como a uno más en la familia y le invitaba a cenar con ella noche tras noche.
La humildad y el sacrificio, sus armas
Han pasado tres años desde aquello y nada ha cambiado para Ibaka. El pívot sigue viviendo solo en un piso cercano al Chesapeake Arena y su vida se desarrolla con toda la normalidad que puede tener una estrella de la NBA, con el poco tiempo libre que ello supone.
Su rutina consiste en trabajar -solo en el gimnasio o con el resto del equipo-, descansar y disfrutar con sus amigos yendo al cine o saliendo a cenar. Esa es la vida de un chico normal que sigue avanzando hacia su nuevo reto: ganar el anillo de campeón de la NBA. Un sueño que parece que tampoco se le va a resistir.

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